Érase
una vez, un niño llamado Marco, que tenía un perrito y un gato. El perro, se
llamaba Thor y el gatito, se llamaba Tobías.
Marco,
vivía en una casa muy grande. Llena de juguetes. Era un niño muy feliz.
Pero
sus mascotas, eran muy traviesas. Tobías, su pequeño gatín, siempre estaba
haciendo de rabiar a Thor. Y Thor, que era muy bueno, nunca le hacía daño al
gatito. Pero, un buen día…
Tobías
se pasó de la raya, se metió en el cuenco de la comida de Thor, su preciada
comida… Thor, se enfadó muchísimo con Tobías, no le gustaba que le tocasen la
comida. Dejaba pasar que le tirasen de la cola o las orejas, que el gato se le
subiera encima, e incluso que se echase en su cama. Pero, su comida era
sagrada.
Thor,
enfadado se fue a buscar al gatito, que estaba feliz y contento subido en las
piernas de Marco.
-
Bájate
de ahí, y ven, cobarde gallina.- le dijo el perro al gato.
-
Estoy
descansando, Thor. Luego hablamos.- dijo Tobías riendo.
-
He
dicho que vengas.- como el gato no le hacía caso, Thor sacó su pata y le pegó
con ella al pobre gatito, le hizo mucho mucho daño.
-
¿¡¿ESTÁS
LOCO THOR?!? ¡¡Por poco lo matas!!!- le gritó enfadado Marco a su perro.
-
Fuera,
no te quiero ni ver, ¡perro malo!
Thor
se fue triste, se había pasado mucho, pero es que era su comida…
Pasaron
unos días, y Marco no hacía caso al perro, se pasaba todo el día dándole
mimitos al gatito bonito.
A
los tres días de lo que había echo el perro. Thor, fue a pedirle disculpas a
Tobías, quien le perdonó con facilidad.
Después,
fue a buscar a Marco y le dio unos cuantos mimitos. Marco le perdonó al ver que
estaba muy arrepentido de lo que le había echo a Tobías.
A
partir de ese día, Tobías, Thor y Marco fueron felices y comieron perdices.
Y
colorín, colorado este cuento se ha acabado.

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